La
presión ha aumentado, necesitas dar más, mucho más, empiezas a eliminar
aquellos ratos que reservabas para ti, aquellos momentos de lectura, de
meditación, de simple dejar vagar la mente; sencillamente han pasado a mejor
vida y te centras únicamente en aquello que puede generar venta o producción,
ignorando que esos tiempos servían, precisamente, para estar en alineación
contigo.
Existe
un umbral de presión a partir del cual nuestro rendimiento cae en picado y
entramos en lo que podríamos denominar el estrés malo o, si quieres llamarlo de
otro modo, el burnout o síndrome del quemado, un trastorno que no aparece como
patología en el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders,
DSM) pero que sí lo hace, brevemente y asociado a otros elementos, en el CIE 10
(Clasificación internacional de enfermedades, décima versión)
La
disonancia ya nos la anuncia Boyatzis (2006) como una de las consecuencias del
estrés prolongado, especialmente en el ámbito profesional, el cual nos brinda
algunas pistas de cómo salir fortalecidos del trance.
La
conexión con la esencia de cada cual es fundamental así, esos tiempos que
reservábamos para nuestra conexión con la fuente de energía, devienen
imprescindibles para poder mantener la sintonía con nuestros valores, con
nuestras potencialidades.
Dejamos
de correr, de nadar, de dedicar tiempo a la familia, a los compañeros,
colaboradores o jefes, incluso a nuestro reciclaje y eso nos va cerrando cada
vez más en una espiral cuyos resultados son predecibles con tan solo alejarse
un poco de la situación.
Necesitamos
de esos momentos de alejamiento de la urgencia, de la guerra de guerrillas,
para dar salida a la presión que se crea en nuestro interior.
La
lectura de un buen libro motivacional, una partida de juego con aquel amigo, o
de parchís con tus hijos, o quizás aquella conversación pendiente con el vecino
o la escucha atenta de una buena pieza de música en soledad nos brinda la
ocasión de nutrir nuestro interior y retornar a la resonancia, lo contrario es
como si fueras el hámster corriendo en la rueda de su jaula.
¿Jugamos
una partida?
J. Aquino
Junio 2014,
Santo Domingo, República Dominicana
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