jueves, 5 de junio de 2014

Convirtiendo la resonancia en disonancia




La presión ha aumentado, necesitas dar más, mucho más, empiezas a eliminar aquellos ratos que reservabas para ti, aquellos momentos de lectura, de meditación, de simple dejar vagar la mente; sencillamente han pasado a mejor vida y te centras únicamente en aquello que puede generar venta o producción, ignorando que esos tiempos servían, precisamente, para estar en alineación contigo.


Existe un umbral de presión a partir del cual nuestro rendimiento cae en picado y entramos en lo que podríamos denominar el estrés malo o, si quieres llamarlo de otro modo, el burnout o síndrome del quemado, un trastorno que no aparece como patología en el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM) pero que sí lo hace, brevemente y asociado a otros elementos, en el CIE 10 (Clasificación internacional de enfermedades, décima versión)

La disonancia ya nos la anuncia Boyatzis (2006) como una de las consecuencias del estrés prolongado, especialmente en el ámbito profesional, el cual nos brinda algunas pistas de cómo salir fortalecidos del trance.

La conexión con la esencia de cada cual es fundamental así, esos tiempos que reservábamos para nuestra conexión con la fuente de energía, devienen imprescindibles para poder mantener la sintonía con nuestros valores, con nuestras potencialidades.

Dejamos de correr, de nadar, de dedicar tiempo a la familia, a los compañeros, colaboradores o jefes, incluso a nuestro reciclaje y eso nos va cerrando cada vez más en una espiral cuyos resultados son predecibles con tan solo alejarse un poco de la situación.

Necesitamos de esos momentos de alejamiento de la urgencia, de la guerra de guerrillas, para dar salida a la presión que se crea en nuestro interior.

La lectura de un buen libro motivacional, una partida de juego con aquel amigo, o de parchís con tus hijos, o quizás aquella conversación pendiente con el vecino o la escucha atenta de una buena pieza de música en soledad nos brinda la ocasión de nutrir nuestro interior y retornar a la resonancia, lo contrario es como si fueras el hámster corriendo en la rueda de su jaula.


¿Jugamos una partida?




J. Aquino
Junio 2014,
Santo Domingo, República Dominicana

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